domingo, 31 de agosto de 2025

EL EVANGELIO QUE PREDICAMOS

El siguiente es un extracto del Blog Escudriñemos el Evangelio, en el Estudio del Libro de Mateo Parte IX, titulado "El más Pequeño es el más Grande", donde, mientras analizábamos la parábola que la versión Reina Valera 1960 titula "Los Obreros de la Viña" (Mt 20:1-16), fuimos llevados por varios versículos que, finalmente, desencadenaron en una explicación resumida del plan de redención que Dios diseñó para restaurar lo que se perdió en el Jardín del Edén, que me pareció interesante compartir en este blog. 

El extracto comienza con el relato de la parábola (en negrita), para continuar con el análisis al texto (en cursiva):


"Jesús continuó hablando a través de una parábola, diciendo que el reino de los cielos asemeja a un hombre, padre de familia, que una mañana salió a contratar obreros para su viña. Con los primeros obreros convino en pagarles un denario al día. Alrededor de las 9 de la mañana, salió y "vio a otros que estaban en la plaza desocupados", a los cuales les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo". Y ellos fueron. Entre el medio día y las 3 de la tarde, volvió a salir , y contrató nuevos obreros. Siendo alrededor de las 5 de la tarde, halló a otros que estaban desocupados, y les preguntó: "¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?", a lo que respondieron: "Porque nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo". Cuando llegó la noche, ordenó a su mayordomo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros". Al venir los últimos en ser contratados, recibieron un denario por su trabajo. Y cuando vinieron los primeros, pensaron que iban a recibir más, sin embargo, también recibieron un denario cada uno. Entonces, los primeros comenzaron a murmurar contra el padre de familia, diciendo: "Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día". El Padre de familia, respondiendo a uno de ellos, le dijo: "Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete", además, dijo: "quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?". Entonces Jesús reiteró lo dicho previamente: "los primeros serán postreros, y los postreros, primeros", y agregó: "porque muchos son llamados, mas pocos escogidos". (20:1-16)


* En este pasaje, probablemente, los "postreros" que iban a ser primeros (v.16), son los gentiles, quienes comenzaron a ser llamados después que se predicara el evangelio a los judíos. Porque el reino de los cielos fue anunciado primeramente a los hijos de Israel; "de ellos son la adopción como hijosla gloria divina, los pactos, la Ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas." (Ro 9:4-5 NVI). Asimismo, si bien los hebreos tuvieron el privilegio de ser escogidos para dar a conocer el Nombre de Jehová a las naciones del mundo antiguo, también fueron los primeros en experimentar el dolor del quebrantamiento, y la carga de culpa que produce en el ser humano natural (que no tiene el Espíritu de Dios morando en él) el tratar de luchar, infructuosamente, por hacer la Voluntad de Dios, "por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Ro 8:7). Aquella ley que los condenaba ("pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado" - Ro 5:13), fue "ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador" [Moisés] (Ga 3:19), cuando los israelitas se comprometieron en un pacto con YHWH, en el cual el Señor prometió: "si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa" (Ex 19:5-6), a lo que el pueblo respondió: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Ex 19: 8).  
 
Lo que Israel no sabía era que, para que pudieran alcanzar esa gloria prometida, debían nacer de nuevo, es decir, ser engendrados del Espíritu Santo por la fe en el Mesías que Jehová había prometido enviar. Sin embargo, transcurrieron más de mil años desde que recibieron la Ley que los sentenciaba a muerte, antes de que Dios enviara al mundo a Aquél que podía quitarles esa carga, y darles descanso para sus almas. Llegado el momento, cuando Israel ya estaba preparado para ser justificado por la fe, fue el mismo Mesías, Jesús, el Hijo de Dios, quien dio tal revelación a uno de los principales líderes Judíos, Nicodemo, diciendo: "el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios"; "de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Jn 3:3,5-6). Esto dijo Jesús, porque "la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción" (1Co 15:49); por eso, para heredar las promesas, debemos ser transformados; lo que significa que, "así como hemos traído la imagen del terrenal [Adán], traeremos también la imagen del celestial [Cristo Jesús]" (1Co 15:50, 49), lo que se completará cuando el Señor vuelva a buscar a su amada Jerusalén Celestial. 
 
Otro misterio que tampoco se reveló antes de la resurrección del Mesías es "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (Ef 3:6). Es decir, los que no eran pueblo de Dios, también fueron adquiridos para Dios con la sangre derramada en la cruz por el Cordero pascual provisto por Dios, que era el esperado Mesías, Hijo de David. Pedro, en su primera epístola, ratifica el cumplimiento de la promesa de Dios hecha en el Sinaí (Ex 19:5-8), por la obra de Jesucristo, diciendo a sus destinatarios, que eran judíos y gentiles perseguidos: "vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia" (1Pe 2:9-10).
 
Los hijos de Israel son esos "primeros" que trabajaron más tiempo; los que en los versículos citados creían que iban a recibir más que los que se habían sumado al final (vv. 10-12); sin embargo, la misericordia de Dios, la vida eterna, la Gracia de Dios son para todos los que creen sin acepción de personas. Porque la iglesia no fue una salida improvisada de Dios al fracaso del pueblo judío; la iglesia es el organismo en el cual se cumple la promesa hecha a Abraham de que, en su simiente, que es Jesús, Hijo de David, serían benditas todas las familias de la tierra, porque la iglesia, que tiene su origen en el judaísmo, es la congregación de los que han nacido del Espíritu Santo de Dios para poder heredar las promesas hechas al padre de la fe, Abraham
 
Dios es Soberano, y como la entrada al reino es por fe, no por obras, si alguien se arrepiente, y entrega su vida a Jesucristo en el último segundo de su vida terrenal, será salvo, igual que cualquiera que vivió toda su vida en la fe de Cristo. El mejor ejemplo se produjo durante la crucifixión: uno de los dos malhechores crucificados junto a Jesús, se arrepintió de su pecado en el último momento, y Jesús le dijo que estaría en el paraíso junto a Él. Esto no quiere decir que si alguno, conociendo la Voluntad de Dios, decida vivir como un diablo toda su vida, reservándose hasta el último minuto de su vida para pedir a Cristo que  lo reciba como siervo, va a ser salvo, porque si esa persona escogió seguir viviendo en pecado después de haber oído el llamado del Señor, significa que amó más al mundo que a Dios, por tanto, difícilmente entrará al reino de los cielos. Por otra parte, nadie sabe cuándo va a llegar su hora, ni si va a tener tiempo para ofrendar su vida antes de expirar. 
 
Éste es el evangelio que la iglesia predica hoy a todo el mundo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecadosy recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2:38), porque "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12); de modo que, "si confesares con tu boca que Jesús es el Señory creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Ro 10:9-10)."


(Extracto del Estudio del libro de Mateo, Parte IX, Blog Escudriñemos el Evangelio



 

   

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