jueves, 8 de junio de 2017

Protegidos contra Satanás (La Armadura del Creyente)

SALVOS, PERO AÚN EN ESTE MUNDO


Renacer espiritualmente es el paso más importante en la vida de cualquier ser humano. Su condición como ser viviente pasa de absoluta pérdida a absoluta ganancia; es sacado del dominio de las tinieblas y llevado a la potestad de la luz de Jehová. Si bien seguimos dentro de estos cuerpos, y viviendo en este mundo, nuestra ciudadanía cambia, porque ya no somos del mundo, sino del reino de los cielos, y ahora nuestro Señor y Padre es Jehová, por medio de su Hijo Jesucristo, quien dio su vida para que nosotros pudiéramos vivir.

Como hemos estudiado, el pecado ya no tiene poder sobre nosotros, porque está en nosotros el poder para dominarlo, pero esto no quiere decir que no vamos a tener aflicciones en nuestra vida, sin embargo, así como Jesús venció al mundo, también nosotros, que hemos recibido su Espíritu, lo hemos vencido.


SATANÁS NO TIENE PODER SOBRE LOS RENACIDOS


Aunque Satanás ya no tiene poder sobre un hombre renacido, sí puede zarandearnos. 

Jehová es el Todopoderoso, y nada escapa de su control. Todo lo que el Padre quiere para sus hijos es para el bien de ellos. Él permite incluso que atravesemos por experiencias desagradables, a fin de que crezcamos espiritualmente, de modo que, primero, aprendamos que Él es soberano y, segundo, para que nos habituemos a depositar nuestra fe en Su poder, y no en el mundo. 

Como vemos en la historia de Job, Satanás sólo pudo arremeter contra Job cuando Dios se lo permitió, pero la arremetida de Satanás tenía un límite: él no podía tomar su vida. (Job 1:6-12)

En una ocasión, Jesús dijo a Pedro que Satanás lo había pedido para zarandearlo como a trigo, y agregó que había orado por él, para que su fe no faltara (Lc 22:31-34). Entendemos que Pedro fue atacado por Satanás cuando, por miedo, cayó en la tentación de negar tres veces que conocía a Jesús, poco después del arresto del Maestro. La culpa, y el dolor fueron desgarradores para este hombre que había prometido hasta dar su vida por Él.

Satanás no descansa, y ahora anda como león rugiente buscando a quien devorar, sabiendo que le queda poco tiempo, mas nosotros podemos detenerlo. Dios ha puesto a nuestra disposición la armadura con la cual resistirlo, pero debemos aprender a usarla.


LA ARMADURA ESPIRITUAL


El apóstol Pablo nos reveló que nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales, y nos llamó a vestir la armadura del creyente, por medio de la cual protegernos y defendernos.

A continuación, detallo cada elemento con los cuales debemos vestirnos todos los días:

El cinturón de la Verdad


Pablo nos llamó a ceñir nuestros lomos con la verdad; en otras palabras, usar la verdad como un cinturón, con el que todo queda sujeto a ella y por ella.

Cuando Jesús dijo a Pilatos que había venido para dar testimonio de la verdad, Pilatos preguntó. "¿Qué es la verdad?".  Es una pregunta con una respuesta compleja, porque todo el mundo pretende responderla según sus personales puntos de vista, pero nosotros nos vamos a remitir a las Escrituras:

Lo primero que diremos es que Jesús es la Verdad, y lo creemos porque él lo dijo. En todo su andar, Jesús demostró que no había en él nada falso, ni engañoso. Nunca negó quién era, ni de dónde venía, ni quién lo había enviado, ni lo que habría de padecer. Todo cuanto dijo fue la verdad, porque fue enviado a dar testimonio de la Verdad.


Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: 
Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
(..) Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
(Jn 8:31-32,36)

Dando cumplimiento a la promesa de que Él mismo vendría a redimirnos, el Dios Altísimo se reveló por medio del Hijo, a fin de enseñarnos que la salvación es por fe, y que en Jesús se cumplían todas las profecías que hablaban de la salvación: Que era necesario que el Hijo del Hombre fuera entregado en manos de hombres pecadores, que fuera crucificado, y resucitara al tercer día para entrar en su gloria, y que en ese milagro arrastraría hacia él a todo el que creyera estas maravillas, liberándonos de la esclavitud del pecado, por medio del cual Satanás gobierna al mundo.

La libertad a que hemos sido llamados no significa libertinajeDurante su permanencia en la tierra, Jesús, que es la Verdad encarnada, dio ejemplo de un andar irreprensible, haciendo la Voluntad del Padre, cumpliendo con el propósito para el cual fue enviado. Es ése el ejemplo que debemos imitar; dicho de otra forma, usar el cinturón de la Verdad es andar como Cristo anduvo.

El Apóstol Pablo da un buen resumen de cómo es andar como Cristo: 


"Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, 
de entrañable misericordia
de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia
soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros 
si alguno tuviere queja contra otro. 
De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 
Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, 
a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros
enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría
cantando con gracia en vuestros corazones al Señor 
con salmos e himnos y cánticos espirituales. 
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, 
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús
dando gracias a Dios Padre por medio de él."
Col 3:12-17 RVR60


La Coraza de Justicia


Ésta es la segunda pieza de la armadura que nombra el Apóstol. Deberíamos preguntarnos entonces ¿Qué es la justicia? 

En las Escrituras, se habla de justicia como sinónimo de lo que es correcto, de rectitud, equidad y/o piedad.

El hombre justo es aquel que se apega a los mandamientos de Dios, y procura apartarse de lo mundano. El hombre justo, entre otras acciones virtuosas, se esfuerza por resistir las tentaciones (Stg 1:12-15); ayuda al necesitado (Stg 1:27; 2:14-16); logra templar sus emociones, poniéndolas bajo control, y es tardo para airarse (Stg 1:19-20); no sólo conoce la palabra, sino que la pone por obra (Stg 1:21-25); ama al prójimo como a sí mismo, sin hacer discriminación (Stg 2:1-9); controla lo que habla, y usa la voz sólo para decir lo bueno (Stg 3:2-12); no se deja llevar por los deseos de los ojos, de la carne, o la vanagloria de la vida, sino se esfuerza por proveer para el espíritu (1 Jn 2:15-16; Stg 3:13-18; 4:1-10); actúa con mansedumbre y humildad (Fil 2:3-8); reconoce la soberanía de Dios en su vida (Stg 4:13-17; Mt 11:29); no juzga a su hermano (Stg 4:11-12); vive cada día velando, como si ese día fuera el día en que el Señor hará su retorno (Stg 5:7-8); y cualquier dificultad o aflicción las pone en manos del Señor, por medio de la oración (Stg 5:11-20).

Parece que nunca fuéramos a ser capaces de alcanzar dicha perfección, pero no estamos solos en este esfuerzo. La voluntad de Dios es nuestra santificación, y está listo para ayudar a quien lo requiera. Basta que reconozcamos cuáles son nuestras falencias, las llevemos a su presencia y oremos pidiendo sabiduría para cambiarlas


Calzados los pies con el apresto del Evangelio de la Paz


Muchos relacionan esta expresión con el hecho de predicar el evangelio, pero personalmente creo que se refiere a pararnos firmes sobre una superficie segura. La palabra "apresto" quiere decir "prepararse" o "disponer las cosas para un fin". ¿Qué podría darnos más paz que saber que estamos cimentados en un fundamento sólido y verdadero?

El calzado que usaban los soldados romanos en la época en que Pablo escribió esta carta, estaba  reforzado con clavos de metal en la suela, lo que no sólo permitía dar una mejor tracción al pisar, impidiendo al soldado resbalar, sino que también podía ser usado como una posible arma en mitad de la batalla.

Después que Jesús hubo predicado el sermón del monte (Mt 5, 6 y 7), donde nos da lecciones de cómo vivir en justicia, dijo: "Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, como la persona que construye su casa sobre una roca sólida. Aunque llueva a cántaros y suban las aguas de la inundación y los vientos golpeen contra esa casa, no se vendrá abajo porque está construida sobre un lecho de roca. (Mt 7:24-25 NTV).

Si ponemos como fundamento de nuestras vidas el Evangelio de la paz, no tropezaremos, no caeremos, y podremos aprender, enseñar, reprender, corregir e instruir en la justicia.


El Escudo de la Fe


El escudo de la fe es el que nos ayudará a apagar todos los dardos de fuego del maligno, dice Pablo. 

La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (He 11:1) 

Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe. Un verdadero creyente vive en paz y gozo, porque sabe que Dios existe, aunque no lo pueda ver; y que Jesucristo vino para morir por nosotros y, aunque no lo podemos ver, sabemos que él vive, y vela por nosotros. 

La fe es saber que todo obra para bien para los que aman a Dios, y que el verdadero amor echa fuera el temor. Aunque a veces no entendamos los padecimientos por los que estemos atravesando, sabemos que Dios está obrando para nuestro bien, y que tiene un propósito que trasciende nuestra vida terrenal. La fe es saber que el Señor siempre hace todo perfecto, y que no se equivoca.

Por la fe creemos que las Escrituras fueron inspiradas por Él, y todo lo que en ellas hay es la Verdad y carece de errores. Que es perfecta, porque su autor es perfecto. En consecuencia, tenemos convicción de que cada promesa, cada profecía, cada maldición expresada en la Palabra de Dios se han cumplido, se cumplen y se cumplirán tal y cómo han sido escritas.

Por fe somos salvos. Si no creyéramos que Jesús es el Hijo de Dios, que vino a morir, como un cordero de expiación, para pagar en su carne, con el derramamiento de su sangre, toda la deuda por nuestros pecados, una vez y para siempre, no seríamos recibidos en el reino de los cielos, y seguiríamos viviendo bajo el poder de Satanás. Pero nosotros ahora somos de Dios, y todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1Jn 5:4,5)

Y si nos falta fe, oremos pidiendo al Señor que aumente nuestra fe, como lo hicieron sus discípulos.


El Yelmo de la Salvación


Es absurdo pensar que el Apóstol, al hablar del yelmo de la salvación, estaba haciendo un llamado a ser salvos. En esta epístola, Pablo se está dirigiendo a personas que ya son salvas: la iglesia en Éfeso. Lo que el Apóstol está queriendo decir es que, habiendo recibido el Espíritu, debemos perseverar, alentándonos unos a otros hasta el final, olvidando ciertamente lo que queda atráspuestos nuestros ojos, no en lo que nos rodea, sino en lo que está por delante, y proseguir a la meta, cimentados en la esperanza de lo que viene con nuestra salvación en Cristo. Entre tantas otras promesas, las siguientes:
  • Que nosotros no padeceremos la ira de Dios, porque ya Cristo bebió esa copa por nosotros en la cruz.
  • Que al recibir el derecho de ser hechos hijos de Dios, también nos convertimos en herederos y coherederos con Cristo, y tendremos parte con Él en su gloria. (Ro 8:14-18; 1 P 1:4)
  • Que Dios es soberano, y nada puede interferir en sus planes para nuestro crecimiento y perfeccionamiento, y  que Él dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, con el fin de transformarnos según la imagen de Jesús. (Fil 1:6; Jd 1:24;Ro 8:28-31)
  • Que nadie puede condenar a los escogidos de Dios, porque Jesús mismo, que está a la diestra de Dios Padre, intercede por nosotros. (Ro 8:32-34)
  • Que nadie podrá apartarnos del amor de Cristo, ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni hambre, ni peligro, o violencia, ni indigencia, porque ante todas estas cosas, somos más que vencedores. (Ro 8:35-36)
  • Que podemos estar seguros que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Ro 8:37-39)
  • Que Jesús volverá en gloria y majestad a buscar a su iglesia, y seremos arrebatados a los cielos en un abrir y cerrar de ojos. (1 Tes 4:16-17)
  • Que nuestros cuerpos también serán redimidos al final, en la resurrección para vida eterna. (Ro 8:11-13; 1 Co 15:22-23, 50-53)
  • Que cuando sean revelados los hijos de Dios, la creación será también liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Ro 8:19-23)
  • Que reinaremos con Cristo (2 Tim 2:12; Ap 5:10; 3:21)


La Espada del Espíritu, (que es la Palabra de Dios)


La Palabra de Dios está llena de vida. Por medio de ella Dios creó el universo y todo lo que hay en él. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 

Cuando Jesús fue tentado por Satanás en el desierto, Él usó la espada del Espíritu para contraatacar. Esto es, citó las Escrituras para redargüir los argumentos que Satanás usó para tentarlo. Y ¿Por qué pudo hacerlo? Porque conocía la Palabra.

Mientras sigamos pensando que leer la Biblia es una pérdida de tiempo, que basta con lo que oímos en la iglesia, si es que estamos congregados, o nos conformamos con lo poco que sabemos, estaremos dejando zonas vulnerables, las cuales, con toda seguridad, Satanás atacará. Tener conocimiento no es sólo es una potente defensa, sino también una potente arma contra las estrategias del diablo.

La Palabra de Dios podríamos compararla con un río de agua pura que, cuando entra y fluye a través de nosotros, es imposible detenerlo, y llena todos los rincones por donde va, arrastrando y limpiando a su paso toda la suciedad, y dejando en su lugar luz y vida. El autor de Hebreos la describe así: "la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón." (He 4:12 NVI)

Sin conocimiento de la Palabra es difícil desarrollar fe, y prácticamente imposible crecer espiritualmente.

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo,
y no vuelven allá sin regar antes la tierra
    y hacerla fecundar y germinar 
para que dé semilla al que siembra y pan al que come,
así es también la palabra que sale de mi boca:
    No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo
    y cumplirá con mis propósitos.
(Is 55:10-11 NVI)



La Oración


Luego de describir la armadura de Dios, Pablo nos llamó a orar en todo tiempo con toda súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia.

Antes de que Jesús dijera que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil, había dicho "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mt 26:41).

Cuando renacemos espiritualmente, nuestra carne quiere seguir mandando, pero ahora hay quien la detiene: la presencia de Dios en nosotros. Con la llegada del Espíritu, en nuestro interior se inicia una batalla que se librará hasta que nuestros cuerpos sean redimidos: el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,  y la fórmula para no caer en tentación es orar y velar constantemente.

Gracias a nuestro Padre, por medio de Jesucristo, porque Él nos envió al Ayudador para vencer los deseos de la carne, de los ojos, y de la vanagloria de la vida, pero debemos estar dispuestos a colaborar y, debemos orar para que nuestras faltas se nos hagan evidentes, y pedir de manera específica por lo que deseamos cambiar en nosotros, porque de ese modo, el Espíritu sabe que estamos depositando nuestras carnalidades sobre el altar para hacerlas morir.

Además de orar para cambiar todo lo que nos impide avanzar hacia la perfección de Cristo, también debemos orar por quienes nos rodean, por nuestras familias, por los necesitados, por los débiles, por nuestros amigos y también por nuestros enemigos, por nuestras autoridades, por los que están bajo nuestra autoridad, por todo lo que vive en este mundo y que necesita ser restaurado; resumiendo, debemos orar por todo y en todo momento, con acción de gracias.

A fin de que el Padre nos oiga y pueda responder a todas nuestras peticiones, éste es el mandamiento que debemos cumplir. Jesús dijo :


"Este es mi mandamiento: 
Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
(...) os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, 
y vuestro fruto permanezca
para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
Esto os mando: Que os améis unos a otros."
Jn 15:12, 16-17 RVR60



CONCLUYENDO, diremos que la mejor defensa contra las asechanzas de Satanás es llevar una vida de rectitud y fe, puestos nuestros ojos en la gloria que nos espera, porque mientras más nos parecemos a Jesús, más poderosos somos contra el adversario.