domingo, 30 de junio de 2019

¿POR QUÉ EL PECADO DE ADÁN NOS CONDENÓ A TODOS?

EL PRIMER PECADO 


Cuando Dios terminó de crear todo, incluido el primer hombre, vio que lo que había hecho era bueno en gran manera. Adán era perfecto, una criatura santa, con libre albedrío, lleno de virtudes, porque fue hecho a la imagen y semejanza de su Creador; y la mujer creada a partir de su hueso también era perfecta, y era esperable que su descendencia naciera perfecta también.

Dios dijo a Adán que podía comer de todos los árboles del huerto, excepto del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Entonces vino el tentador, Satanás, y puso una idea contraria al mandato de Dios en el corazón de Eva, y ésta se la comunicó a su esposo. En vez de reprender a su mujer por tratar de convencerlo contra lo que Dios le mandó, Adán se dejó persuadir. El pecado de Adán fue haber escuchado a Eva (que había sido engañada por Satanás), en vez de permanecer firme en obediencia a Dios. (Gn 3:17). 

Al morder el fruto prohibido, el primer hombre desechó lo que Dios le había mandado, y escogió obedecer a Satanás, que usó a Eva como intermediaria para seducirlo. Al rebelarse contra la perfecta Voluntad del Creador, Adán trajo maldición a toda la tierra que Dios le había entregado para que señoreara sobre ella, la que quedó bajo el dominio del diablo, ya que el hombre, que debía se señor en la tierra, se había hecho esclavo de Satanás, pues, nos hacemos esclavos de aquello a lo que obedecemos.

LA CONSECUENCIA DEL PECADO


Lo que fue bueno en un principio se corrompió por la desobediencia del primer hombre. Ése fue el primer pecado en el mundo, y con ese primer pecado, entró la muerte, porque el pecado se paga con la muerte


La Generación de los Hijos de Adán 


Adán es la raíz del árbol genealógico de toda la humanidad. Los descendientes de Adán somos seres de carne y sangre, terrenales, porque nuestro primer padre fue formado del polvo de la tierra, quien se convirtió en un alma viviente gracias al soplo que Dios respiró en su nariz

Adán ya no era un hombre santo, y su voluntad había quedado sujeta a su nuevo amo. Cuando la raíz del árbol es inmunda, todas las ramas crecen inmundas, por tanto, su descendencia nació, y sigue naciendo, en corrupción e inevitable rebeldía contra Dios. 

Así comenzó la esclavitud de la humanidad, que siente una atracción irresistible por contradecir todo lo que Dios manda, siendo incapaz de comprender que, lo que Dios manda es el consejo lleno de sabiduría que hace que al hombre le vaya bien, y prospere en sus caminos. Pero el hombre adánico no tiene capacidad de ver la Verdad, porque el pecado que domina en su carne no le permite sujetarse, ni agradar a Dios.

Como el pecado se paga con la muerte, y toda la humanidad nace en pecado, todos estábamos condenados a morir.

Nacer de Nuevo


Pero Dios tuvo misericordia del hombre, y envió a su Hijo Unigénito al mundo para deshacer este mal que inició Satanás.

Lo que nace de carne y sangre no puede heredar el reino de Dios, por tanto, para tener vida eterna, debemos morir a nuestra vida terrenal, y nacer de nuevo. No se trata de volver al útero de nuestra madre, sino de un nacimiento por fe, por la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros, que nos recrea en nuestro corazón y nuestro espíritu, iluminando nuestro entendimiento, de modo que podamos ver el engaño, y reconozcamos que lo que Dios manda es bueno para nosotros; nos arrepintamos de haber servido a las tinieblas, y comencemos a vivir en obediencia a Dios.

Fue para esto que el Eterno Hijo de Dios, que moraba en el seno del Padre, vino a la tierra, tomando la forma de hombre, en carne y sangre; para poder sustituirnos, y morir en lugar nuestro, de modo que, habiendo sido pagada nuestra condena con su muerte, nosotros ya no tengamos que morir para siempre, sino que podamos tener vida eterna.


La Generación de los Hijos de Luz


La buena noticia es que la muerte no pudo retener a Jesús, porque Él obedeció a Dios hasta la muerte, cumpliendo todo aquello para lo que fue enviado, por lo tanto, al no tener pecado en su vida, el Espíritu Santo lo resucitó al tercer día, lo glorificó, y ahora Jesucristo está sentado a la derecha de Dios el Padre, intercediendo por nosotros, para llevarnos también a su gloria.

La pureza de la sangre que Jesús derramó en la cruz tiene el poder de expiar los pecados, de una vez y para siempre, de todo el que oye el llamado, y viene arrepentido a los pies de Jesucristo, para someterse a su Señorío. La vida pecaminosa como hombre terrenal es limpiada, y una nueva vida espiritual comienza en el creyente. Así es el nacimiento de los hijos de Dios, porque todo el que cree esto, recibe el derecho de ser adoptado como hijo del Altísimo.

Por fe morimos a nuestra vida adánica, y por fe nacemos del Espíritu Santo de Cristo, que es el Espíritu de Dios, y cuando el Hijo del Hombre vuelva, seremos resucitados para vida eterna, y tendremos la gloria que Él tiene ahora.

Jesucristo fue el primer ser humano que, por su total obediencia a Dios, venció a la muerte. Es las primicias de los santos que resucitan, para ser glorificados en el Reino de Dios, porque "así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos".





Lecturas recomendadas:












viernes, 14 de junio de 2019

Padre Nuestro...

Padre Nuestro
Que moras en los lugares celestes,
Instaura ya tu Reino en la tierra,
A fin de que tu Voluntad se haga aquí abajo
Como se cumple en los cielos,
Y que así tu Nombre sea Santificado
Delante de todos los hombres.

Gracias, Padre Bueno, 
Porque no sólo nos provees nuestro sustento diario,
Sino que te preocupaste de dejarnos tu Palabra escrita,
Para que, cada día, podamos venir a tus pies,
Y sentarnos en tu presencia, 
A ser enseñados en ella, 
Para que nuestros corazones sean iluminados,
Y aprendamos a andar en tus caminos.

Perdona, Padre Misericordioso, todas nuestras transgresiones,
Así como nosotros también hemos decidido perdonar y bendecir
A quienes nos han hecho daño.

Fortalécenos, Señor, 
Para que sepamos resistir a las tentaciones.
Y haznos sabios para reconocer y desechar
Las influencias de este mundo perverso,
Que engaña llamando bueno a lo malo 
Y malo a lo bueno.

Te lo pedimos, Padre, 
En el bendito nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Porque tuyo es el Reino,
El Poder y la Gloria
Por todos los siglos,
Amén