domingo, 24 de enero de 2016

Cuando Jesucristo es Nuestro Señor


¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
(Lc 7:21 RVR60)


Dice la Palabra de Dios que, "si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Ro 10:9). 

Pero ¿qué significa que Jesús sea nuestro Señor?

La primera acepción del término "Señor", según el diccionario de la RAE, se refiere al "que es dueño de algo; que tiene dominio y propiedad en ello". Otra definición dice: "amo con respecto a los criados".

Entonces, concluimos que, cuando decimos que Jesús es nuestro Señor, estamos diciendo, primero, que pertenecemos a Él y, segundo, que le obedecemos

Lamentablemente, muchos que llaman a Jesucristo Señor viven sus vidas independientes de Él, haciendo las cosas a su manera; tienen apariencia de ser muy piadosos delante de la gente, pero en la intimidad están muy alejados de la Voluntad de Dios. 

El creyente verdaderamente salvo, (hay muchos que creen en Dios y el Hijo, pero que no son salvos - éstos son los que no se han arrepentido de sus pecados) siente la necesidad de buscar a Dios, porque es el mismo Espíritu quien produce esa necesidad. Ése es un síntoma inequívoco de una verdadera conversión a Cristo. Es el Espíritu Santo el que va moldeando al nuevo creyente para cumplir los propósitos de Dios en ese nuevo hijo del Reino.

No es posible, para un verdadero creyente, pecar y seguir viviendo tranquilamente, porque el que es salvo tiene el Espíritu de Dios morando dentro de él, que lo va a incomodar hasta que confiese y se arrepienta. Consecuentemente, si alguien cree ser salvo, porque dijo una oración, pero no siente incomodidad cuando peca, es porque no tiene el Espíritu Santo dentro de él, por lo tanto, esa persona no es de Dios.