domingo, 3 de agosto de 2014

¿Dónde está puesta tu fe?

HACÉOS TESOROS EN EL CIELO (Mt 6:20)


Pareciera que nuestra tranquilidad se basa en los bienes que poseemos, el trabajo que tenemos, la cuenta de ahorros, la casa, el auto, nuestros familiares, amigos. Vivimos preocupados por asegurarnos el futuro con bienes, y nos da pánico pensar que a nuestros seres queridos les pueda suceder algo malo. 

¿Dónde estamos poniendo nuestra fe?... ¿En las personas?... ¿En los bienes que poseemos?... ¿en  cuántos títulos o grados académicos alcanzamos?...

¿Estamos poniendo nuestra fe en el lugar correcto?...

"El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, 
y vete a la tierra que te mostraré." (Gn 12:1 NVI)

"Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo". (Lc 14:33 RVR60)

"Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. 
No podéis servir a Dios y a las riquezas." (Lc 16:13 RVR60).

Lo que hay tras todas estas citas bíblicas, es un mensaje de advertencia: No dependas de nadie ni de nada, excepto de DiosÉl no te pide que descuides a tus seres queridos, o tus bienes, te pide que lo busques a Él, primero, y así  toda tu casa será bendecida.

ES UN ERROR DEPENDER DE LAS PERSONAS


Así dice el Señor:

«¡Maldito el hombre que confía en el hombre!
    ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza
    y aparta su corazón del Señor!
Será como una zarza en el desierto:
    no se dará cuenta cuando llegue el bien.
Morará en la sequedad del desierto,
    en tierras de sal, donde nadie habita.

»Bendito el hombre que confía en el Señor,
    y pone su confianza en él.
Será como un árbol plantado junto al agua,
    que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme que llegue el calor,
    y sus hojas están siempre verdes.
En época de sequía no se angustia,
    y nunca deja de dar fruto.»
Jer 17:5-8(NVI)

"Maldito el que confía en el hombre", no es una condena, sino una constatación. Cuando confiamos en las personas para estar en paz, estamos convirtiendo a las personas en ídolos, y probablemente los resultados serán contrarios a lo que deseamos, porque los hombres (personas) fallamos, no todos son confiables, y cometemos errores. Sólo Dios es perfecto y podemos descansar en Él. Por eso Jeremías dice: "Bendito el hombre que confía en el Señor", pues el Señor no es hombre para que mienta, y Él sólo tiene pensamientos de bien para quienes le buscamos y nos humillamos ante él.

A veces nos aferramos tanto a las personas, incluso a las que nos hacen daño, porque tenemos una dependencia financiera, o de otro tipo, que nos hacen sentir seguros. Pero el bienestar de los creyentes es una consecuencia de nuestro andar en Cristo, porque, si andamos en Sus caminos, debemos tener la tranquilidad que Él nunca nos dejará ni nos desamparará. 


MI EXPERIENCIA


No me acomoda contar sobre mi vida privada, pero creo que mi testimonio es para la gloria de Dios, y por eso he decidido compartirlo a grandes rasgos: 

Nací y crecí en una familia de clase media, y nunca conocí la pobreza por experiencia propia, así que no había tenido la oportunidad de saber qué se sentía cuando te ves desprovisto de todo lo que te da seguridad en el mundo.

Formé mi hogar con alguien que me daba absoluta seguridad y, como familia, teníamos todas nuestras necesidades materiales cubiertas a través de su trabajo. Yo dejé de trabajar, y me dediqué a cuidar de mi hijo y mi casa, pero estábamos tranquilos, porque yo también tenía cierto respaldo financiero a través de algunos bienes que había adquirido. Pero de pronto, toda esa seguridad comenzó a desmoronarse (debo agregar que "coincidió" con una época en que, tratando de satisfacer mi inquietud espiritual, me refugié en la nueva era...), hasta llegar al punto en que todo se volvió incertidumbre. No voy a entrar en detalles, pero resumiendo, ya no había un ingreso que permitiera cubrir todo lo que se gastaba; arriesgábamos perder la casa en que estamos viviendo, por la que se pagaban dividendos; otras deudas aumentaban descontroladamente (tarjetas de crédito, línea de crédito bancaria, préstamos de consumo), y no había cómo cubrir, porque quien había sido el principal sostenedor perdía sus capacidades en varios sentidos; vendí parte de mis bienes, joyas,  pero cada vez que entraba dinero, se iba como agua entre los dedos, debido a que las deudas crecían como bola de nieve. Yo he vivido esa sensación terrible de no tener tranquilidad, porque no sabes cómo vas a hacer para cubrir las necesidades básicas de tu casa. Sé lo que es estar con la "guata apretada", como decimos en Chile, porque te empiezan a llamar para cobrarte, o te llegan cartas de cobranza o correos recordándote la deuda impaga. 

Estando en esa situación fue que me aferré a Dios, y me arrodillé pidiéndole perdón por haber buscado paz espiritual donde no la había. Me comprometí a deshacerme de toda la literatura mística que había juntado, y me propuse comenzar a leer la Biblia. Todos los días, cada mañana, comencé a buscar respuestas en su Palabra, y desde entonces no he parado. Cada día vengo a los pies del Maestro para recibir sus enseñanzas, y le dedico todo el tiempo que puedo del día a conocerlo, sin descuidar ni mi hogar ni mi familia.

Mi Padre del cielo, igual como lo hace un padre terrenal que ama a su hijo, comenzó a restaurar mi vida y la de mi familia. Primero, proveyó un ingreso mensual que no habíamos previsto, y que significó un tremendo descanso después de haber estado casi tres años sin ingreso permanente. También nos aseguró un techo, porque los dividendos de nuestra propiedad quedaron pagados al activarse un seguro, lo que también permitió el pago de otros compromisos.  Así las deudas disminuyeron a la mitad, y pudieron consolidarse en un solo préstamo que podíamos pagar. Dios fue dando esas salidas de a poco, no todo a la vez, sino una cosa tras otra. Así lo hace Él, para que tomemos valor a su intervención y lo vayamos conociendo, y no pensemos que fue cuestión de suerte o gracias a nuestro esfuerzo

Con todo lo vivido, estoy aprendiendo a no afanarme más, ni por las cosas, las cuales agradezco a Dios, pero ya no me quitan el sueño, ni tampoco por las personas. A mis seres queridos los amo y oro por ellos permanentemente, y trato de demostrarles amor de diversas maneras. Estoy consiguiendo dominar la ansiedad, y cada vez es más fácil depender sólo de Dios. Sólo en Él deposito mi fe, y todo lo que debo atravesar, ahora me esfuerzo por hacerlo confiando en que Dios me mostrará cómo actuar, cuándo y ante quién.

Ahora evito hacer planes para asegurarme el futuro, más bien, espero la guía de Dios para todo. Sigo soñando, pero trato de no hacerlo pensando en "tener", porque ahora sólo quiero "ser": Ser mejor persona, ser fiel, ser paciente, ser justa, ser humilde, ser feliz, ser lo que Dios quiere que yo sea. El trabajo de "tener", decidí dejárselo a Dios, porque Él sabe lo que necesito, cuándo me lo dará,  y lo que me hará feliz. 


CONCLUSIÓN:


Al principio, cuando uno empieza a caminar por fe, necesita mayor perseverancia y paciencia, porque hemos vivido toda nuestra vida guiados por lo que entra por nuestros cinco sentidos, pero en la medida que vamos conociendo la Palabra de Dios, empezamos a desarrollar nuestro lado espiritual, y el lado carnal empieza a menguar. Cuando andamos por la carne, ésta manda a nuestra mente, y comenzamos a razonar y a inquietarnos, pero cuando nuestra fe se empieza a desarrollar, la paz comienza a gobernarnos, porque sabemos que nuestro Dios es soberano, y que todo ocurre bajo su inescrutable sabiduría, y cualquier aflicción tiene como fin nuestro crecimiento espiritual y nuestra santificación. 

Las prioridades en nuestras vidas deben ser, primero, DIOS, y todo lo demás después. Por lo general, la gente tiende a dejar a Dios el tiempo que les sobra, si es que le dedican algo. Sin embargo, es absolutamente prioritario que, sin dejar de prestar atención a nuestras responsabilidades, organicemos nuestros horarios, de modo que el estudio personal de la Palabra sea parte de nuestra rutina diaria. De otra forma, no habrá crecimiento, y el estancamiento espiritual no rinde frutos ni espirituales ni en la vida diaria.

Tengo testimonio de sobra para apoyar lo que afirmo: mientras más nos esforzamos por conocer a Dios, menos temor tendremos al futuro, y Jesús se hace más fuerte  en nosotros.


¡Gracias, Padre, por lo que haces por mí a diario, y harás por todos aquéllos que hoy se sientan tocados con mi testimonio!