"Pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron,
les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios."
(Juan 1:12 NTV)
Para ser llamado hijo de Dios es necesario nacer espiritualmente: "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios" (1 Jn 5:1). Todos somos pecadores desde el momento en que fuimos concebidos en el vientre de nuestra madre, porque provenimos de simiente humana contaminada del pecado de Adán. En otras palabras, nacemos muertos a la verdadera vida. Para renacer sin pecado, debemos invocar el nombre de Jesucristo, para que nos limpie de pecado con su sangre, y nos dé nueva vida en el espíritu. Cuando rendimos nuestra vida a Jesucristo, estamos muriendo a nuestra naturaleza pecaminosa, y por fe, renaciendo como hijo de Dios.
FALSOS CRISTIANOS
Los falsos cristianos son aquellos que, creyendo ser salvos, no hacen la voluntad de Dios, evidenciando así que el Espíritu Santo no ha venido a ese corazón, porque cuando el Espíritu Santo hace morada en un creyente, éste comienza a dar fruto de Santidad. Es el Apóstol Juan quien nos dice que "En esto se revelan los hijos de Dios y los hijos del diablo: Todo aquel que no practica justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros." (1 Jn 3:10-11); "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte." (Jn 3:14 RVA2015).
Un verdadero cristiano no es el que nunca comete pecado, sino aquél que, cuando cae en tentación, se siente sucio, y se arrepiente. Todos los días nos equivocamos, pero no es menos cierto que, mientras más conocemos a nuestro Salvador, más poderosos somos para vencer la naturaleza pecaminosa que yace en los miembros de nuestro cuerpo, además, el pecado ya no tiene poder sobre nuestra voluntad. El apóstol Juan nos dijo que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, porque "la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando" (1 Jn 3:9). Además, "Aquél que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca" (1 Jn 5:18).
Un verdadero cristiano no es el que nunca comete pecado, sino aquél que, cuando cae en tentación, se siente sucio, y se arrepiente. Todos los días nos equivocamos, pero no es menos cierto que, mientras más conocemos a nuestro Salvador, más poderosos somos para vencer la naturaleza pecaminosa que yace en los miembros de nuestro cuerpo, además, el pecado ya no tiene poder sobre nuestra voluntad. El apóstol Juan nos dijo que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, porque "la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando" (1 Jn 3:9). Además, "Aquél que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca" (1 Jn 5:18).
"Porque nosotros somos templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos.
Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Por lo cual,
¡Salgan de en medio de ellos, y apártense! dice el Señor.
No toquen lo impuro, y yo los recibiré,
y seré para ustedes Padre,
y ustedes me serán hijos e hijas,
dice el Señor Todopoderoso."
(2 Co 16-18 RVA 2015)
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