La entrada de Jesús en Jerusalén montado en un pollino esconde una gran cantidad de simbolismos que fuimos descubriendo en la medida que nos adentrábamos en el capítulo 21 del evangelio escrito por San Mateo, en nuestro Blog "Escudriñemos en evangelio".
El siguiente es un extracto de ese estudio, respecto del cual, recomiendo ir a los enlaces de los textos bíblicos, a fin de sacar mayor provecho de la lectura, y constatar que lo que se ha escrito no obedece a interpretaciones antojadizas, sino que cuenta con amplio respaldo en las Escrituras.
Como hemos explicado en otras entradas, estos estudios empiezan con un resumen de los versículos estudiados, en negrita, identificados entre paréntesis al final del párrafo, seguido de los comentarios en cursiva. Los enlaces aparecen destacados en color azulado, el cual se vuelve rojizo al poner el cursor encima y, una vez leído, se torna color café oscuro. Los textos en café claro son cita textual de versículos bíblicos, mayoritariamente de la versión RVR60; si se trata de otra versión, se especifica con las siglas correspondientes.
Comencemos:
"JESÚS ENTRA EN JERUSALÉN
* En esta escena hay gran riqueza de símbolos, pues, Jesús no sólo entró al templo montado sobre el pollino para que se cumpliese la profecía de Zacarías, sino también para mostrar que en Él se estaba cumpliendo la bendición profética de Jacob que, en su lecho de muerte, dio a su hijo Judá, ancestro de Jesús, y a su descendencia. Así profetizó el patriarca: "No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y en la sangre de uvas su manto." (Gn 49:10-11). La profecía no sólo hablaba de la continuidad de los descendientes de Judá, raíz de David, en el trono de Jerusalén, hasta la llegada del Rey de reyes (Siloh), cuyo "reino no tendrá fin" (Lc 1:33), sino de cómo "a él se congregarán los pueblos" (Gn 49:10), no sólo gente de origen judío; y dice que Él lo hará amarrando el hijo de su asna a la vid escogida (Gn 49:11).
El asna es un animal de carga, que simboliza a los hijos de Israel, a quienes se les dio la ley de Dios, (un conjunto de mandamientos buenos y justos, destinados a enseñarles a andar en los caminos del Señor), la cual debían cumplir íntegramente para estar en buena relación con YHWH (Jehová), pero que, sin embargo, no tenía el poder de salvar; pues, su fin último era conducir a Israel hasta su Mesías que los iba a salvar por fe, no por obras. De hecho, la misma ley demostró que nadie podía cumplirla a cabalidad, "porque cualquiera que guarda toda la ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos" (Stg 2:10 NBLA). Como consecuencia, los hijos de Israel acumularon sobre sus lomos una gran carga de culpa por el pecado (el asna), pues la ley se había encargado de mostrarles cuánto pecado había en sus corazones, y cuán imposible era para ellos alcanzar salvación por medio de ella.En cuanto al hijo de asna, éstos son los creyentes del nuevo pacto que conforman la iglesia de Jesucristo, porque la fe en el Hijo de Dios que profesa la iglesia, el cristianismo, tiene sus raíces en el judaísmo (el asna). Ésta es la congregación de los santos integrada por el remanente de judíos salvos por gracia y gentiles salvos por gracia, que no están bajo el viejo pacto de la Ley que condena, sino bajo el pacto eterno que se basa en la obra del Espíritu que da vida. La palabra "iglesia" viene del griego "Ekklesia", que es la traducción de la palabra hebrea "qâhâl" (קהל), que significa congregación o asamblea.
Tanto la profecía de Zacarías como las versiones de Marcos, Lucas y Juan dicen que Jesús entró montado, no sobre el asna, sino sobre el hijo de ésta; y dicen que se trata de un pollino, es decir, un asno joven, "en el cual ningún hombre ha montado jamás" (Lc 19:30); una cría que, antes de que la trajeran a Jesús, hubo que desatarla, representando así la necesidad del hombre natural de ser librado del yugo de esclavitud del pecado para llevar, en su lugar, el fácil yugo de Cristo, cuya carga es ligera, y en quien las almas angustiadas y afligidas hallan descanso. No está de más insistir en que la única forma de librar al ser humano de la esclavitud del pecado es por la fe en la sangre expiatoria que Jesús, el Hijo de Dios, derramó en la cruz. La sangre de Jesús tiene el poder de librar de una vez y para siempre del yugo del pecado, quedando, el que cree, limpio de culpa, como si nunca antes hubiera pecado; de hecho, ése es el motivo por el cual quedó expresado el comentario explicativo de que el pollino que Jesús mandó a buscar era un animal "en el que nadie antes se ha montado" (Lc 19:30 NBV).
La profecía de Jacob (Gn 49:10-11) dice que el Rey ata "a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna" (Gn 49:11); porque Jesús es la Vid escogida, que sujeta a sí mismo su iglesia, la cual es Su cuerpo. Él mismo declaró: "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador" (Jn 15:1). La traducción de Ef 2: 15, de la Nueva Biblia Viva (NBV), dice que, tanto a judíos como a gentiles, Jesús "los hizo parte de sí mismo, creando una sola y nueva humanidad"; porque "el que está unido a Cristo es una nueva persona" (2Co 5:17 DHH), pues, Dios mora en ella por la fe, a través de Su Espíritu Santo, tal como anunció por medio de Ezequiel diciendo: "pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra" (Ez 36:27), milagro que sucede cuando nos humillamos ante Jesús, y lo reconocemos como Señor de nuestras vidas.
Como hemos podido ver, Jesús era Aquél a quien se congregarían los pueblos, "pues, por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu" (Ef 2:18 NVI). Ahora que Jesucristo nos hizo uno con Él, judíos y gentiles "somos un solo cuerpo y tenemos un mismo Espíritu; además, hemos sido llamados a una misma esperanza" (Ef 4:4); "Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la Ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad." (Ef 2:14-16 NVI).
Dice la Escritura que "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1Jn 5:12), pues, sólo estando en Cristo, Dios nos da entrada al reino de los cielos, que es lo que el Señor está simbolizando al ingresar al templo montado sobre el pollino."
Para continuar aprendiendo más, te invito a visitar el Blog Escudriñemos el Evangelio, Parte X, donde también se analiza el episodio en que Jesús echa a los comerciantes del templo y confronta a los líderes judíos.
Para tu tranquilidad, te recuerdo que estos blogs no tienen fines de lucro, y que mi único objetivo es cumplir con el deber que el Señor nos impone de compartir con otros lo que Dios ha permitido que conozcamos al profundizar en Su Palabra.