En las epístolas de Pablo aprendemos que esto no se trató de una decisión circunstancial, sino de un plan elaborado desde antes de la fundación del mundo, cuando Dios nos escogió (a los creyentes) "para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo" (Ef 1:4-5), "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Ef 1:7).
Pablo, en su epístola a los efesios, revela que Dios se propuso "reunir en él (en Jesucristo) todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra" (Ef 1:9-10 NVI). Es lo mismo que dijo a los corintios: "Porque Dios lo ha sometido todo bajo los pies de Cristo. Pero cuando dice que todo le ha quedado sometido, es claro que esto no incluye a Dios mismo, ya que es él quien le sometió todas las cosas. Y cuando todo haya quedado sometido a Cristo, entonces Cristo mismo, que es el Hijo, se someterá a Dios, que es quien sometió a él todas las cosas. Así, Dios será todo en todo" (1Co 15:27-28 DHH).
Es decir, sólo en Jesucristo está la salvación, pues, "agradó al Padre que en él (Jesús) habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col 1:19-20). ¿Por qué? Porque Jesús es el Hijo del Hombre, es decir, uno de nosotros, pero no como nosotros, pues, Él era sin pecado. El único ser humano cuya vida impecable podía ser aceptada por Dios como propiciación por nuestro pecado, y así aplacar Su justa ira.
Dice la Escritura: "Pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Jn 3:36). La epístola a los Romanos habla de la ira de Dios, que "viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad" (Ro 1:18 NVI), y que "«No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado; juntos se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!»" (Ro 3:10-12 NVIA). Es decir, si no estamos en Cristo, somos enemigos de Dios, y, por tanto, condenados a morir en el fuego eterno que no se apaga, donde el gusano del hombre no muere.
Pedro compara el bautismo en Jesús con el arca de Noé, que tomó muchos años en ser construida, tiempo durante el cual Dios aguardaba pacientemente a que las personas se arrepintieran de sus pecados, para que se salvaran del diluvio anunciado por Jehová, quien, cuando vio "que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gn 6:5), decidió "el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos" (Gn 6:13). Lamentablemente, cuando el arca estuvo lista, y se desató el diluvio, sólo ocho personas sobrevivieron. Es lo mismo para este tiempo, "el Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan" (2Pe 3:9). Rechazar a Jesucristo, a quien Dios envió para en Él tengamos vida eterna, es rechazar la salvación para vida eterna.
A la luz de esta palabra, podemos entender por qué la Escritura dice que en Jesús "estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1:4); es decir que, "el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1Jn 5:12), porque "en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12).
En el Salmo 2, Cristo dice: "Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra" (Sal 2:7-8), en tanto el salmista escribe: "Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían" (Sal 2:12).
(Extracto de Estudio Bíblico del libro de Mateo, Parte VI, Blog "Escudriñemos el Evangelio").